Había crecido un hermoso árbol que en el día daba muy buena sombra pero en las noches de otoño se despojaban de su follaje, llenando de hojas secas el jardín de su dueña y el de su vecina de al lado.
La propietaria barría renegando del árbol, olvidándose de la buena sombra que le daba en los días de sol.la vecina por su parte, se negaba a barrer pues sostenía que la propietaria era quien debía hacerlo puesto que era su árbol.asi es como llegaron a enemistarse.
Discutían muy seguido, y ninguna quería hacer limpieza. Paso un anciano muy respetable que trato de apaciguarlas pero ellas no querían entender, entonces el anciano les dijo:
Las hojas de este árbol son muy valiosas, cuestan por lo menos $10 c/u no creo que deban pelearse sino mas bien recogerlas juntas.
La vecina dijo muy veraz:
¡Por supuesto que eso hare!
Pero si antes replico la dueña del árbol –no quiere recoger ni una sola hoja, ahora que sabes que tiene mucho valor, incluso querrás recoger las de mi lado. El árbol es mío y por lo tanto todas sus hojas me pertenecen y como tal yo las recogeré.
La vecina replicaba que los que estaban de su lado solo a ella les pertenece. Era tal el calor que ponían en sus argumentos que casi llegan a enredarse a tirones.
El anciano nuevamente intervino apaciguándolas.
Antes nadie quería hacerse cargo de la basura que deja el árbol y ahora ambas se reclaman dueñas. En verdad el árbol le pertenece a su propietaria y ella tiene la obligación de recoger cuanta hoja caiga de su árbol.
La vecina propietaria sonrió con una amplia sonrisa de satisfacción, la otra quedo muy contrariada.
¿Estan de acuerdo las dos?
La dueña dijo “si” con entusiasmo, la vecina también dijo “si” con bastante desazón.
El anciano antes de partir les dijo:
Me he confundido, viéndolo bien es un hermoso choloque y sus hojas no tienen valor, pero ya sabe cada una cual es su obligación.
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